sábado, abril 20, 2024
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Coyomeapan entierra a sus tres muertos, víctimas de emboscada de 60 policías estatales

 

Por Rubén Díaz Avelino

(Crónica de un entierro colectivo y un rumor que crece como sed de justicia)

Los uniformados abrieron fuego contra oponentes del cacique “carnal” del gobernador Miguel Barbosa Huerta

Los tres muertos de Coyomeapan estaban dentro de sus respectivos ataúdes en los portales de la presidencia municipal.

Afuera, familiares y amigos sumaban más de dos mil personas y en el pueblo quienes acompañaban a los que murieron a tiros en una emboscada que les tendió la policía estatal, los acompañaban en su último adiós.

Y mientras, en el pueblo un rumor recorría las calles: “Los caciques Celestino Rosas, protegidos de Barbosa se van”

Coyomeapan es un pueblo sin ley.

Los excesos y abusos del cacique Celestino Rosas y su familia y cómplices han tocado fondo.

Aún con la protección de su principal cómplice, el gobernador Miguel Barbosa Huerta, los abusadores del poder de la Sierra Negra han perdido su margen de flotación política.

Omar, Teófilo y Márcelo murieron el pasado 9 de mayo, luego de una asamblea comunitaria en la que determinaron seguir la lucha postelectoral en la que el objetivo es seguir con la organización y la protesta contra los caciques del pueblo, los amigos del gobernador de Morena, Miguel Barbosa Huerta, los Celestino Rosas.

Durante la misa hubo un silencio que sólo era interrumpida por el llanto.

Fuera de la iglesia la población exigió justicia, incluso hubo quien dijo que, a falta de justicia, lo harán por propia mano si es necesario, ojo por ojo y diente por diente.

Ya en la plaza pública sacaron las lonas, mensajes dirigidos al gobernador Barbosa, protector de los asesinos, según dijeron.

«Gobernador, manchaste al pueblo de sangre» era la lona que revelaba el sentir del pueblo.

Incluso con otras cartulinas enfatizaban su sentir:

“Barbosa asesino”

«Policía Estatal asesina”

“Gobierno cómplice y asesino”

No había dudas para ellos.

Las campanas de la iglesia seguían repicando, como exigiendo justicia, también.

Los dirigentes de Unidad por Coyomeapan, recibieron el respaldo del pueblo.

Hay quien dice que fueron más de tres mil los dolientes.

Hay quien dijo que este día nacía un movimiento social desde la Sierra Negra.

Hay quien dice que si no hay justicia, habrá radicalización.

Hay quien dice que el día de la emboscada los habitantes no portaban armas, pero que ahora las utilizarán.

El viento seguía moviendo árboles y matorrales, como participando también en la protesta en el campo de cultivo y en cada árbol de la plaza pública de todo Coyomeapan.

En Coyomeapan las cosas no estaban bien; de ahora en adelante estarán peor.

Hay sed de justicia, hay sed de venganza.

Hay fuerza para seguir con la lucha y la protesta del movimiento que este día creció como nunca antes lo habían imaginado.

Lejos de ahí, en Casa Aguayo, el gobernador sigue en su zona de confort, se ha aliado con los caciques, ahora caciques y asesinos.

Exigen mesas de diálogo con la Secretaría de Gobernación del Gobierno del Estado, así como la instalación de un Consejo Municipal que anule el poder del cacique Celestino Rosas.

El rumor crece: Los Celestino Rosas se van.

Desde la misa, la guardia de honor y la cristiana sepultura.

Una bandera de México y una imagen de la virgen de Guadalupe estaban presentes en el duelo de protesta.

Marcelo Carrera Bolaños, Teófilo Barrera Herrera y Omar Herrera Raymundo eran jóvenes, pero tenían un sueño, ayudar a liberar a Coyomeapan del cacicazgo, pagaron muy caro con su vida, Omar ni siquiera era mayor de edad; tenía 15 años de edad.

Tuvieron que pasar tres días para que el gobernador Miguel Barbosa reconociera que eran tres los fallecidos.

La complicidad siempre deja huella, aún cuando se tarde.

Dicen que las amistades siempre se dan a partir de afinidades; el gobernador Miguel Barbosa Huerta es amigo de los caciques, los ahora llamados caciques y asesinos.

Aún hay cuatro lesionados por las balas de los policías estatales.

Fue una emboscada, sostienen los tres mil pobladores.

Fue enfrentamiento, insiste la versión oficialista.

Los habitantes no llevaban armas, no hay un solo policía lesionado, no hay una sola bala en las 16 patrullas envidas por el gobierno estatal.

Pero hay alguien que miente, es fácil pensar quién es.

Incluso después de la emboscada los uniformados golpearon a niños, mujeres y hombres.

Mientras, el  rumor recorre la Sierra Negra, llegó a Tehuacán y ya está en Puebla.

Los caciques se van.

Y quizá el gobernador también.

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